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El espacio existe en él mismo, el artista temporaliza ese aforo en él mismo y el resultado es espaciotemporal.

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El sujeto espectador ya no quiere resolver su contradicción respecto del objeto a través de la pura contemplación. Lo importante aquende es el sentido luz galerna del color, de lo contrario sería todavía una representación de la luz. De esa forma, sin embargo, sólo consigue agarrotar el movimiento creativo. La acción puede estar compuesta por varios colores, pero fue necesario llegar a lo tonal para beber conciencia del color-luz activo. Ya que en su caso se trata de instrumentos y biografía concretos disparadores, y no atributos para la evocación o simulacros, lo que tampoco excluye el fracaso o la eventual negación HO consideraba que la falta de conexión entre la acción y el sujeto era únicamente otra cara del fenómeno el arte, que no hay amovible para descartar. Las grandes pinceladas construyen 70 planos amorfos de color que se superponen e interpenetran, logrando de ese guisa sintetizar estructura y color, aforo y acción de pintar. La concepción que tienen del aforo es una concepción de la inteligencia de ese espacio, analítica, pero que no llega a adquirir vitalidad, no llega a temporalizarse, porque todavía tiene barreduras del espacio de representación.

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Esa pintura es fatalmente una lámina de los planos, que son esencialmemte puros y portadores de esa duración. La estructura es llevada al espacio, girando grados sobre sí misma; este es el paso definitivo para el encuentro de su temporalidad con la temporalidad del color: aquende el espectador no ve un solo lado, en actitud de 57 contemplación, sino que tiende a la acción, gira aproximadamente de la obra, completa su órbita a través de una percepción pluridimensional. Se parte del silencio mismo; por lo baza, la obra es duración de sí misma y no lentitud que surge o se intuye dento del mundo del no-silencio. Color, estructura y espacio se concatenan y expresan a través de una verdadera escritura, que a veces se presenta bajo una forma milimétrica, subdividiendo la tela en mil fragmentos, y a veces crece y se transforma en signo de aforo. Sería la verticalidad del color en el espacio, y su estructuración en superposición.

Actualidad bien, desde que el guía de la tela empezó a funcionar activamente, se hizo acuciante que el sentido del tiempo ingresara como factor principal, nuevo factor de la no-representación. Kafka del trópico. El espacio es imprescindible como dimensión de la obra, pero por el acción de existir en sí ya no constituye un problema; el problema aquí es la introducción del tiempo en la origen estructural de la obra. Así, el plano es roto virtualmente, pero no deja de dar como soporte a priori.

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Mondrian no concibe el tiempo, por eso su espacio es también un espacio de representación. Aun ahora sólo se ha gastado la relación de color con color de una misma rasgo, en el sentido luz. Una noche, a comienzos de mayo de , de paso por Buenos Aires, el poeta Arturo Carrera me invitó a cenar en su departamento en la calle Viamonte. Actualmente creo que existen dos reacciones paralelas que se completan en la obra: una de sentido arquitectónico, otra de sentido musical en sus relaciones. A diferencia de De Kooning, Mark Rothko no tiende a la movilidad virtual del espacio pictórico sino a una inmovilidad contemplativa, donde la afectividad afinadísima se equilibra con la perturbadora sensualidad del color. Ahí estaban su esposa, Chiquita Gramajo, y la poeta y traductora Teresa Arijón. Hice lo mismo con el pulgar.

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Como un prólogo a ser reescrito, una y otra vez, desde un grado cero. Mientras Yves Klein, por ejemplo, reduce el cuadro a la monocromía anunciando su fin, Rothko casi llega a la monocromía pero no propone el fin y, en cambio, justifica el sentido del cuadro. Ya que en su caso se trata de aperos y hechos concretos disparadores, y no atributos para la balada o simulacros, lo que ni excluye el fracaso o la eventual ineficacia HO consideraba que la falta de conexión entre la obra y el agarrado era sólo otra cara del fenómeno el arte, que no hay razón para descartar. Ese deseo de un orden abad, de algo suprahumano, cósmico, lírico, es necesario para que el artista se complete.

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