ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA

Si lo has hecho, observa la tristeza en toda su plenitud La hora del gran acidez.

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Pesadumbre y horror es para ellos el héroe. No soy congruo pobre para eso. Pero todavía tus malos instintos tienen sed de libertad. Digo pastores, empero ellos se llaman a sí mismos los buenos y justos. Hay hielo en su reír. Se devoran unos a otros y ni siquiera pueden digerirse. En medio de bosques y de ciénagas me asalta mi hambre, y en plena confusión. Y a menudo atacamos y nos creamos un enemigo para ocultar que somos vulnerables.

Primera parte

Empero cuando llegó a los bosques surgió de pronto ante él un anciano que había abandonado su santa choza para agenciárselas raíces en el bosque. Para nacer en tus ojos, estar en tus mejillas, y boquear en tus labios. A su cuerpo y a esta gleba. Hay veces que te espero y otras que no aguanto.

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En una pareja siempre hay explosión, peleas, celos, etc. Animales y hombres acuden a mí, el eremita. Es necesario ser un mar para poder recibir una sucia corriente sin volverse macarrónico. No es el mensaje que te llega, sino quien lo envía. De la castidad Yo amo el bosque.

Por si me olvidé decirlo, por si hace mucho que no lo escuchas, por si no lo sabes o tienes achares, por si te hace falta oírlo o solo porque sí: TE AMO Todavía te sientes noble, y noble te sienten todavía también los otros, que te detestan y te lanzan miradas malvadas. Resalta alguna rasgo suya. Pero se malentienden recíprocamente. Indulgente es Zaratustra con los enfermos.

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