ARTE POÉTICA NO. 33: JAIME SABINES

Es un entierro urbano, decente y expedito. Quiero dejar de pisar con los pies desnudos el frío.

Eran tres hermanos Sabines, como fuimos también nosotros. Casi todo el final de ésta fue escrita en sonetos. Después se fueron a radicar a Cuba empero el Viejo huyó de la casa teniendo doce años de edad. No tengo otro enconamiento que el que tengo, y eso porque pude nacer antiguamente y no lo hiciste. Es cosa cierta y probada que dicho vapor de azufre en polvo, las transforma en color blanco, empero pasados unos cinco minutos vuelven al suyo natural.

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Dice Rubén Dice Rubén que quiere la eternidad, que pelea por esa memoria de los hombres para un siglo, o dos, o veinte. Antes de que caiga sobre mi lengua el hielo del silencio, antes de que se raje mi garganta y mi corazón se desplome como una bolsa de badana, quiero decirte, vida mía, lo agradecido que estoy, por levante hígado estupendo que me dejó comer todas tus rosas, el día que entré a tu jardín oculto sin que nada me viera. Para sobrevivir tuvieron que pedir limosna, luego fueron ayudados por una mujer francesa, que les dio ropa y alimento, hasta que mis abuelos les mandaron dinero para embarcarse nuevamente. Creíamos que se había salvado. Es claro que no quiero que me entierren. Apostar en la supervivencia del ánima, o en la memoria de los hombres, es lo mismo que creer en Dios, es lo mismo que cargar su tabla mucho antes del fracaso. Me dispongo a dormir una semana, un mes; no me hablen. Proliferaba el caciquismo.

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