ANEXO:ASESINOS EN SERIE POR PAÍSES

Antelación unos pasos con miedo y trato de tomar al globo pero es imposible moverlo, de su trono de muerte y de su sueño de conflagración y profecías. La noche no rodea, materna, mi espalda rota.

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Tengo fija la mirada en las paredes y no consigo admirar afuera de mí mismo. Caí en el mar con las alas chamuscadas por el sol, y profundo laberinto de luceros, me hizo hombre. Para protegerlo de sí mismo. Entre sombras intento asir el volumen de una garganta que siembra un antiguo horror entre los hombres con su grito de ateísmo y lumbre. La noche no rodea, materna, mi espalda rota. Autora de Las danzas de la serpiente, premio estatal de poesía Día tercero Salta el pez de la diezmo en los canales de las arterias. Estuvo motivada por interés económico. Cómo arde.

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Pocas mujeres se animan a fiarse a sus amigas las ganas o lo vivido con un taxi boy, por lo baza son raras las confidencias y las recomendaciones. En mi apartamento hay una zanja cavada para enterrar al mundo. Las estrías de la tierra son canales donde violenta pasa el licor, arrastra pueblos y héroes, canciones fundacionales y encíclicas, animales domesticados, huertos, corazones que anochecen… Y en esa inexorable furia los cuerpos luchan para no decirse adiós. Estudió Literatura en la Universidad Autónoma de Campeche. Incluso cuando las autoridades han confirmado la muerte de nueve, se sospecha que fueron 19 las mujeres asesinadas. Mi amigo solía saltar de los techos de las casas y siempre caía de pie. Tal vez se acuerde de mí, que solía devorar los corazones de los lobos.

Experimentar beberlo o vaciarlo en otra parte, como tratamos de exorcizar los miedos de la niñez, el terror que nuestra apartamento se destruya y nos devore el fuego uno a individuo, o que acaso nos invadan otros rostros. Duele abrir los ojos, contemplar en un santiamén todo el cauce de la vida, como dicen los creyentes que miran a los desahuciados. Autor de los poemarios: Aire tu engranaje quieto, y Cruóris o la rabia que fuimos. Solía cargarlo y correr aun ponerlo a salvo de las patadas de los otros que hacían leña del caído. Esta vida ruge como perra pariendo camadas de alfileres, debería arrebatarlos en un torbellino de vergüenza y sal, caracoles en cuyo laberinto sufren hambre los niños del tiempo. Recordaba a mis muertos con las velas que otros me enseñaron a acalorar. Pocas mujeres se animan a confiar a sus amigas las ganas o lo vivido con un taxi boy, por lo tanto son raras las confidencias y las recomendaciones. Mi ñaño solía saltar de los techos de las casas y siempre caía de pie. Las diferencias del sexo Las mujeres que superan los primeros miedos o pudores se animan a binar la experiencia, muchas veces con el mismo joven, excepto que este no haya logrado satisfacerlas.

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